27 de junio de 2008

Sorolla, Pintor SI, Artísta NO.


La mañana del jueves 24 de junio fui a visitar la exposición de Sorolla en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Comprobé que el impresionismo Español está más vivo que nunca, o que han hecho tal publicidad de la exposición de apenas 14 obras del pintor del siglo pasado, que la gente acude como abejas a la miel. No recuerdo colas tan largas para ver obras de arte mas que cuando trajeron el cuadro de Inocencio X de Velázquez al Prado de Madrid. Y es que la gente se traga lo que le pongan, con tal de que esté muy anunciado.
Empezaré por el final.
La gente que visitaba la exposición se volvía loca en la tienda. Compraban compulsivamente carteles y libros de Sorolla, cuadernitos y postales. Y digo yo… ¿para qué? Seguro que ni ellos mismos lo saben. Esto lo comento porque no escuchaba críticas de arte, elogios u otros argumentos que llevasen a la masa a adquirir las reproducciones de lo cuadros del pintor. Creo que si esta misma gente tuviese algo de pensamiento crítico, no se lanzarían a por las reproducciones con tanta ligereza. ¿Dónde está la crisis? Nadie va a negar a estas alturas la calidad pictórica de Sorolla, pero si voy a decir que en lo que toca al contenido de sus obras, el maestro no se lo pensaba mucho. Creo que hay que diferenciar muy bien entre Artista y Pintor, y Joaquin Sorolla únicamente llegaba a lo segundo. Mientras Sorolla estaba pintando niños en la playa, Picasso, por ejemplo, estaba revolucionando el arte contemporáneo con el cubismo, o Duchamp que hacía lo propio con sus Ready Mades. A esto me refiero. Pero es innegable que, con un magnífico dominio del dibujo realista, Sorolla solucionaba sus cuadros a base de líneas de colores casi siempre primarios. Me ha sorprendido mucho el hecho de comprobar que, si no fuese por el dominio que tenía de la perspectiva y de lo formal, sus cuadros se quedarían más planos de lo que son. Por ejemplo, usaba el mismo azul puro para pintar un mar que está al fondo del cuadro, que para el color de la chaqueta de un personaje en primer plano. El pintor por antonomasia que todavía no han superado en la Facultad de Bellas Artes, pintaba sin seguir lo que enseñan en la misma. Recuerdo algunas de las primeras lecciones que me daban en esa institución pasada de moda hace 100 años cuando me decían; para que este plano se vaya al fondo, agrisa el color. Y bueno, funcionaba. Sorolla no agrisa absolutamente nada, pero si trabaja sobre la representación de lo real. Es decir, que lo hacía mal o que no sabía usar los colores correctamente. Esto sin contar sus errores de proporción. Algunas manos de algún personaje femenino no corresponden al cuerpo pintado. Incluso hay personajes con un color de piel ocre en la cara y con las manos rosas. Y qué decir de esos animales flotantes y desproporcionadísimos, de los toros paticortos, orejas colocadas por encima de su sitio. ¿Lo hacía a posta? Creo que no, ya que estaba representando la realidad. Simplemente, se le iban las proporciones. Y para que veáis que el pintor se pasaba por el forro el contenido de las obras, va y nos pone en un cuadro de Semana Santa a los nazarenos delante del paso. Decía que la composición le venía mejor, y claro, al multimillonario Milton Huntington que encargó estos lienzos para decorar una de las salas de la Hispanic Society de Nueva York, que no tendría que tener mucha idea de estos temas, le pareció bien. Los errores de este tipo minan nuestro alrededor y nos hacen tragar cosas como las que vi el otro día en la serie de televisión El Internado, donde todo gira alrededor de unas telas pintadas por el Bosco… Que yo sepa, el Bosco pintaba sobre tabla.
Y para terminar, el gran Sorolla nos regala la imagen de Andalucía que no es otra que un encierro de toros. Así ve el pintor nuestra tierra. ¡Viva Andalucía! ¡Viva la fiesta! ¡Vivan los tópicos! ¡Viva Sorolla!
Dedicado a Luci

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